Las sequías son anomalías climatológicas que se presentan cada cierto tiempo. Han sido inevitables en el pasado y seguirán siéndolo, por ello en esas zonas donde ocurren con tanta frecuencia, como es el caso del arco mediterráneo, la vida animal ha sabido adaptarse. Aprendiendo así cómo sobrevivir a esos periodos donde el agua escaseará.
Pero, cuando las sequías se extienden más de lo habitual, estas sí representan un grave problema para la vida animal. Sin poder desarrollar sus ciclos con normalidad, algunas especies podrían incluso llegar a morir de sed.
Lamentablemente las sequías están siendo más intensas y largas a medida que los años pasan, afectando a la práctica de la actividad cinegética. Conocer más sobre sus consecuencias y cómo hacer una diferencia, es información que todo cazador debería saber.
El cambio climático y la caza
España tiene una biodiversidad maravillosa y en simultáneo, su tradición en la caza es asombrosa. Las regiones de Cataluña y Aragón son reconocidas por su variedad cinegética, esa que atrae a miles de cazadores nacionales e internacionales. Especies como el conejo de monte, el jabalí y la perdiz roja abundan en estas zonas.
Sin embargo, estas zonas no son ajenas a las crisis hídricas, esas que alteran con profundidad a los ecosistemas locales. Las poblaciones cinegéticas se ven comprometidas por la escasez de agua y por la misma reducción de sus hábitats naturales. Es innegable asociar entonces a las largas sequías con el cambio climático.
Las temperaturas de los últimos años son más altas, lo cual favorece a la evaporación del agua. También las lluvias se han vuelto irregulares, provocando que los periodos sin lluvia sean más largos, y que cuando haya precipitaciones, estas sean más intensas y agresivas con sus inundaciones o aguaceros. Ninguna de estas condiciones favorece al entorno de la fauna, ni a la vegetación.
Un buen ejemplo de esto son los bosques catalanes, esos que están volviéndose marrones por los arboles resecos que allí hay. La sequía en Cataluña ha sido histórica y catastrófica. No es para menos, los ecosistemas forestales agotan su capacidad de resistencia y empiezan a rendirse de forma irreversible.
No sólo se tiene que preocupar por el cementerio forestal, sino porque sumado al aumento de plagas y el estrés hídrico, los bosques secos favorecen la aparición de incendios forestales. Puede que los incendios forestales sean otro tipo de fenómeno natural, pero su intensidad por las condiciones climáticas extremas, es preocupante. Así, no nada más el resto de la vegetación y animales están en riesgo, sino también las personas, cazadores y no cazadores.
Millones de hectáreas cultivadas podrían ser perdidas con un incendio, al igual que la sequía puede limitar el uso de agua en piscinas, campos de golf o duchas en la playa. Logrando que las pérdidas sean para los sectores más evidentes, y para aquellos en los que no se piensa en primer lugar al hablar sobre este tema.
Efectos de la sequía en la caza
Las sequias afectan a todos los sectores económicos, desde la agricultura hasta el turismo, y por supuesto, lo hace de la actividad cinegética. ¿Cuáles son los efectos más dañinos en esta?
Se necesita hacer un apartado entre la caza menor y la caza mayor, porque sus consecuencias son debatibles en cada una de ellas.
En la caza menor
La falta de lluvias impacta directamente en la disponibilidad de agua y su calidad en los cotos de caza. Lo cual, termina afectando a especies clave de la caza menor como lo son el conejo de monte, la liebre ibérica y la perdiz roja.
La reproducción y supervivencia de todas estas especies depende de un entorno equilibrado, uno que con las sequías prolongadas no puede existir. La escasez de recursos hídricos aumenta la mortalidad de dichas especies, porque la sequía favorece la propagación de parásitos y enfermedades.
Con sus tasas de natalidad comprometidas y sus tasas de mortalidad en aumento, los cazadores verán más complicado avistar y capturar dichas presas. En caso de hacerlo, el equilibrio ecológico sería muy inestable como para permitir a la caza menor cumplir el rol que siempre ha tomado en este contexto.
En la caza mayor
La caza mayor en España es por igual afectada por las sequías. La calidad de los trofeos desciende a medida que la sequía más se intensifica y prolonga. Es de esperarse, debido a que la falta de agua afecta a las poblaciones de especies tradicionales de la caza mayor en zonas españolas como al jabalí, el ciervo, y el corzo.
Mientras menos agua y alimento tengan estas especies, más reducirán de tamaño y salud sus ejemplares. Sus cuernas y colmillos irán perdiendo calidad por falta de una buena nutrición. Si estos animales no pueden alimentarse correctamente, no podrán desarrollarse como se espera de ellos, comprometiendo así la calidad que tienen como trofeos.
Del mismo modo, estas especies entre sí sufren por la competencia de los recursos limitados disponibles. Logrando que muchos de estos ejemplares, sufran de un gran estrés fisiológico, y sean menos resistentes a las enfermedades que los puedan acechar.
Las tasas de supervivencia y de reproducción van descendiendo con ello, y los cazadores tendrán que esforzarse el doble para conseguir trofeos de buena calidad. Si los consiguen, también se abre un debate sobre el equilibrio ecológico, ese que de por sí ya ha sido alterado por la sequía.
¿Cómo se puede contribuir como cazador ante las consecuencias de la sequía?
Aunque parezca que las consecuencias de la sequía son aterradoras, como cazadores se puede contribuir al equilibrio ecológico con algunas simples acciones. Una de las formas de hacerlo es con el control de competencia, regulando las poblaciones de especies que compiten de manera directa con esas especies cinegéticas por los recursos limitados. Es decir, la gestión de depredadores.
También con la selección de trofeos maduros y en una edad poco reproductiva. Dejando a un lado la caza de aquellos ejemplares más jóvenes y que están en plena edad de reproducción.
Otra forma de asistir a las especies cinegéticas es asegurando que tengan acceso a agua potable con la creación y mantenimiento de bebederos artificiales. Estos deben ser instalados en zonas estratégicas, y en las que los animales tengan acceso. O es una opción, sembrar plantas que sean resistentes a la sequía para que proporcionen refugio y alimento a las especies cinegéticas.
Por último, promover la educación ambiental entre cazadores es parte importante de este propósito. Fomentando así prácticas de caza que sean responsables y contribuyan al equilibrio ecológico. Colaborar con asociaciones de caza y proyectos similares, ayudará del mismo modo.